Sus
cabellos dorados no paraban de ser entrelazados por su dedo fino y largo. Sus
ojos azules oscuros con un tono grisáceo miraban a una única parte: la camisa
del profesor. Él hablaba y hablaba pero, estoy seguro, de que Julia solo
prestaba atención a los ocho botones que se ceñían apretando sus kilos de más,
pero sin eliminarlos.
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